29/3/15

ENRIQUE SANTOS DISCEPOLO Y LA SOCIOLOGIA DEL TANGO




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Un 27 de Marzo de 1901 en una casa del barrio de Once, nació un niño al que le pusieron como nombre Enrique Santos… Eran cinco hermanos. Era muy pibe cuando se les murieron su madre y su padre, quedando huérfano a los 9 años y de chico se hecho a andar en las calles buscando un “pecho fraterno”, ese afecto que la vida le había negado casi desde un principio, lo crío su hermano Armando, a los 16 años ya era actor, y a los 17 años autor teatral.

En 1919 la semana trágica de Enero lo golpeo duramente y lo marco para siempre y sobre el cortejo de los obreros asesinados por la bárbara represión, el arrojaba flores rojas en homenaje al levantamiento obrero anarquista contra la opresión patronal. En el teatro y en la poesía busco tesoneramente donde volcar su pasión. En ese mundo de la cultura europeizada donde reinaban los “pitucos” de la calle Florida, el no pudo levantar su voz, una voz nutrida del drama popular.

Hasta que un día encontró en el tango la posibilidad de expresar esos sentimientos que lo inundaban.
El tango no como lamento ni tampoco como acuarela del suburbio, sino como testimonio, como radiografía implacable de una sociedad injusta y corrupta; eran los tiempos de la década infame cuyo nefasto periodo termino con el ascenso del peronismo un 17 de Octubre de 1945, como sujeto histórico de transformación. El es un poeta en grande pero para serlo, se ha transformado en juglar tangero. En sus versos quedo registrado el triste destino de un país que no controlaba su presente, saqueado sin horizonte ni dignidad. 

Discepolo tuvo esa inteligencia y capacidad para reflejar en el tango, en la poesía y en el arte, las emociones y sentimientos de los demás, como así también la osadía de interpretarla en la reflexión y el accionar político, por ejemplo en la obra Mateo, recoge el drama de los inmigrantes y su frustración arrinconado en los conventillos y la protesta anarquista, apareciendo el verdadero rostro del país sometido como en la crisis de 1929 y que otros intelectuales no reflejan ya sea por indiferencia o sumisión. Los dueños del poder echaron a correr el rumor de que el era triste, escéptico, sombrío. El solo dijo “la miseria no la invente yo, solo la describo…”.

Y así ocurrió que cuando vinieron épocas de pleno empleo y gran consumo popular, el ya no escribió mas tangos tristes, se dedico al teatro, al gremialismo hasta que un 23 de Diciembre de 1951 se fue “pa`l silencio”, como decía otro de los grandes: Atahualpa Yupanqui. Pero quedaban sus testimonios, sus versos, su acusación para toda época en que el pueblo sufra explotación y pobreza.
“Te duele como propia la cicatriz ajena…”

Por Nelson S. Coronel para el Ateneo Arturo Jauretche.

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