Hay dos iglesias,
la DEVOCIONAL, la formal, la del rezo y la del COMPROMISO ético y social.
Monseñor Enrique Angelelli asesinado el 4 de Agosto de 1976, pertenecía a esta última
aunque no dejaba de rezar. También yendo a la actualidad de qué vale que
nuestro Papa Francisco hable y accione sobre los grandes problemas de la
humanidad, si nosotros los creyentes, no actuamos en consecuencia.
Volviendo a
Monseñor Angelelli debemos decir que por ese entonces en 1976, el país
transitaba los años más duros de su historia, los imborrables días de la
tortura y muerte realizadas por el proceso Cívico Militar. Monseñor Angelelli
que había nacido en Córdoba en 1922, se desempeño en su ciudad natal como
obispo auxiliar, donde dio acabadas muestras de su compromiso activo con los más
humildes.
Como resultaba
“molesto” para muchos sectores, se lo traslado a La Rioja, donde se pensaba
–craso error- que su acción pasaría inadvertida. En 1968 fue nombrado Obispo y
en su primer mensaje expreso claramente su pensamiento al decir: “Tengo un oído
en el Evangelio y otro en el pueblo”. De allí en adelante se convirtió en el líder
de un poderoso movimiento que intentaba reivindicar los derechos de los más
desamparados.
Recorrió la
provincia palmo a palmo hablando con la gente, se comunico a través de la radio
y, sin quedarse en la simple denuncia, propuso la organización de cooperativas
agrarias, la creación de sindicatos y llevo adelante una dura campaña contra el
juego, pidiendo que se pusiera “mas esfuerzo en la justa repartición de los
bienes, que en pensar en hacer loterías y casinos”.
Se lo llamo
marxista y guerrillero y fue acusado ante el Vaticano, pero el Papa Pablo VI le
ratifico su confianza.
Cuando la dictadura
se adueño del país, Angelelli denuncio la violencia que se había convertido en
una costumbre cotidiana y se entrevisto con los miembros de la Junta, sin
obtener respuesta. Pero su suerte ya estaba echada. En Julio de 1976, los
sacerdotes Juan de Dios Murias y Gabriel Longueville fueron asesinados y el
obispo, después de reclamar inútilmente la investigación de los crímenes,
consiguió reunir datos precisos que identificaban a los criminales. Viajó para
denunciarlos, llevando sus nombres en una carpeta, pero su auto fue
interceptado por otro en el que viajaba un grupo cívico-militar. Angelelli fue
muerto a golpes en la nuca, la carpeta desapareció y se trato de fraguar un
accidente. Y aunque sus asesinos luego fueron identificados, el crimen continua
impune. Hay que decir que en ese entonces, gran parte de la jerarquía católica y
otros credos religiosos, hicieron poco y nada para esclarecer este crimen. Tuvieron
que venir Néstor y Cristina para que la Verdad, Justicia y Memoria reinara
nuevamente sobre nuestra patria.
Nelson Coronel para el Ateneo Arturo
Jauretche
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