24/6/15

SER GARDEL EN CUALQUIER AMBITO, ES SER EL MEJOR



Carlos Gardel figura emblemática de la música ciudadana nació el 11/12/1890 en Toulouse Francia, hijo de Berthe Gardes de profesión  planchadora y de padre desconocido o en discusión; 3 años después llegaron a Bs. As y los primeros años del siglo lo encontraron cantando por los cafés del Abasto. En este país decir que alguien es Gardel significa reconocer como lo mejor en lo suyo. Por algún lado debe andar la explicación racional de la persistencia de la devoción popular o de la supervivencia de Gardel en la idolatría popular. Quizás ha quedado traspapelada en el archivo nacional de preguntas sin respuestas, de esos cuestionamientos existenciales con los que los argentinos desayunamos cada mañana.
Han pasado 80 años desde la catástrofe de Medellín, aquella tontería de la historia. El avión en el que se disponía a viajar según palabras de José M Aguilar, (único sobreviviente del accidente) había sido adquirido en Norteamérica y efectuaba su primer vuelo; luego del choque, según Aguilar, Gardel yacía inmóvil sin vida sentado en los primeros asientos.
El 5 de Febrero de 1936, la muchedumbre de Buenos Aires, velo el ataúd con sus cenizas en el Luna Park y al día siguiente por la calle Corrientes, lo volvió a acompañar. Calle tan amada por el zorzal. En la Buenos Aires de hoy, solo la humedad y la nostalgia constituyen un hilo común con aquella otra de las décadas del 20 y del 30. Ni la palabra, el honor, el amor, el odio o los escrúpulos son los mismos y hasta el machismo de ese entonces es hoy una entidad de descarte. Gardel y sus tangos, Gardel y sus películas, Gardel y “su pinta” hacen que muchos pretendan modelar en el al arquetipo de nuestra nacionalidad.
Detrás de las aventuras del Gardel del palco, el disco y el cine, de la montaña de mentiras inventadas por algunos y de anécdotas creíbles o apócrifas por ellos, más allá de todo, persisten misterios insondables.
Las fabulaciones sobre su sexualidad, sobre limites fronterizos con el delito menor en los tiempos del Abasto, las grietas informativas alrededor de los motivos de la catástrofe en suelo colombiano, resultan sin embargo, menos atractivas para el argentino –sobre todo para el porteño- convencidos –no sin razón- de la verdad es, a veces, menos importante que la leyenda.
Entre aquella Argentina de Gardel, y la Argentina de hoy, median mil desventuras y centenares de ilusiones enterradas en el rincón de los recuerdos muertos. Hasta es comprensible que aceptar la prosperidad del presente, fijemos la vista en Gardel y en esa Argentina que, de alguna manera es suya, rebosante de esperanza.
Y será licito que demos manija a cualquiera de sus discos para creernos, como buenos argentinos, que también somos dueños de su inspiración. Y Gardel contestara cantando, como un barrilete hundido en la memoria, para responder, remontándose como él, en la emoción popular y responder, con solo poner tenso el hilo de su voz y como dijo Abelardo Castillo, “mas que un hombre fue y es un sueño colectivo”.

Dr. Nelson Coronel para el Ateneo Arturo Jauretche

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